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Esta Página es el espacio destinado por LA KERMESE para conocer a personajes desconocidos, y para conocer lo desconocido de personajes conocidos. ¿Está claro?

El Dr. Hannibal Lecter nos recibió en su casa la semana pasada.

Dado que el FBI lo busca casi tanto como a Bin Laden, no podemos contarles dónde vive, tan sólo decirles que tomamos tres aviones y llegamos en lancha, y que en el lugar había pájaros a rolete graznando como energúmenos.

El doctor se mostró muy amable con LA KERMESE, y como perfecto anfitrión nos mostró toda su casa.

Nos pareció muy linda y confortable, tal vez demasiado grande para que viva en ella un hombre solo. La decoración, como no podía ser de otro modo, tenía el inconfundible toque chic del doctor: cuadros de Kandinsky y Monet, tapices de Soledad Ganchegui (ver "Caminito" en foto más abajo), porcelanas antiguas y pesados cortinados que tamizaban la refulgente luz del trópico.

Pero lo que más nos llamó la atención fue el tamaño gigantesco de su heladera.


Dr. Hannibal Lecter: "Me gusta la gente"

El doctor, hombre práctico al fin, primero se ocupó de las necesidades básicas de sus visitantes, que habían recorrido un largo camino para entrevistarlo.

—¿Tienen hambre, muchachos? ¿No se comerían un churrasquito?

—¡Noooo! —contestamos al unísono, tal vez con demasiado énfasis—. Preferimos comenzar el reportaje ya mismo, no queremos robarle su valioso tiempo.

Encendí el grabador. El Loco de las paredes sacó su infaltable Olympus, y el flash destelló una y otra vez.



LA KERMESE: ¿No se siente abrumado, doctor, por esta búsqueda de años y años del FBI?

DR. LECTER: Por el contrario. Vivir en tensión permanente me mantiene joven y lúcido. Estar alerta implica dormir poco, beber con moderación, hacer ejercicio todos los días. Para decirlo de otro modo, debo agradecer a la policía la lozanía y tersura de mi piel. Compruébelo, joven, tóqueme la mejilla.

LK: Nnno haceee fafalta... le creo. Hábleme de su niñez, por favor.

DR.L: Fui un chico como todos. Mis padres me amaban, y yo a ellos. Me gustaba estar en casa. Y pasaba horas enteras mirando como mamá preparaba milanesas. Era algo que me fascinaba.

LK: ¿Tuvo amiguitos en el barrio o en la escuela?

DR.L: Sí, varios, en su mayoría varones. Algunos eran vagos, otros inteligentes y aplicados, tuve amigos altos y petisos, rubios y morochos, buenos y de los otros. Pero sin excepción compartían una característica, creo que por casualidad. Eran todos gorditos. ¿En serio no tienen hambre? Tengo una parrilla estupenda en el fondo, les puedo preparar algo...

LK: No, gracias, doctor, ya comimos en la lancha. ¿En su adolescencia practicó algún deporte?

DR.L: Sí, jugué al fútbol. Pero por mi mala conducta y mis peleas en la cancha más de una vez me expulsaron del juego.

LK: ¿Por qué se peleaba con sus rivales?

DR.L: No, las trifulcas siempre eran con mis propios compañeros. Me decían que era un morfón que no les pasaba la pelota.

LK: Vayamos un poco más adelante en el tiempo. Cuéntenos de Clarice Starling, la agente de la academia del FBI. ¿Por qué esa relación tan especial con ella?

DR.L: Es una mujer diferente. Su inteligencia y su tenacidad están por encima de las que tienen la mayoría de sus colegas, incluso hombres. Supo valorar al artista que hay en mí, y no me vio como un fenómeno de circo, como casi todos. Pero además es una mujer sensible y vulnerable, percibí su ternura contenida apenas la vi. Y además es muy bonita. Me la comería a besos.

LK: El doctor Chilton, director del Hospital Estatal de Baltimore para la Demencia Criminal, trató en todo momento de hacer que su vida en prisión fuera lo más ingrata posible. ¿Por qué desarrolló esa animosidad hacia usted?

DR.L: Creo que a pesar de sus muecas burlescas y su fanfarronería, era un idiota, con el agravante de que sabía que era un idiota. Y también sabía que yo sabía que era un idiota, lo que lo sacaba de quicio. Pero Chilton pertenece a mi pasado, la última vez que lo vi fue en un almuerzo. Al recordarlo siento un gusto amargo en la boca.

LK: En su expediente dice que tuvo una relación borrascosa con una enfermera en el primer hospital psiquiátrico donde estuvo internado. ¿Puede darnos algún detalle?

DR.L: En ese expediente no se cuenta todo lo que pasó. La gorda esa tenía una fijación conmigo, no me la podía sacar de encima. Un día no pude más, y en un momento de calentura quise sentir el sabor de su piel. Desde entonces nunca la volví a ver, y lo poco de ella que quedó en mí me lo saqué con un escarbadientes.

LK: Los asesinos seriales con los que usted tuvo algún tipo de contacto, como Buffalo Bill y Red Dragon, ¿tuvieron influencia en su carrera criminal?

DR.L: Muy poca. En realidad, ellos aprendieron de mí. La persona que más incidió en mi desempeño, a lo largo de todos estos años, es mi dentista. Su magnífico trabajo en el cuidado de mis incisivos... ha sido decisivo.

LK: ¿Siempre tuvo éxito, doctor?

DR.L: No, eso es un mito fabricado por el FBI. Yo viví momentos de frustración, cuando estuve en prisión tuve que masticar mi rabia contenida y soportar tragos muy amargos.

LK: ¿Alguna vez pensó en vivir en Argentina?

DR.L: Sí, me pasaron el dato de las facilidades que yo tendría allí para ejercer mi profesión. Pero por ahora no pienso ir a ese país, me daría mucho miedo estar rodeado de tantos argentinos, tendría demasiada competencia. Pese a lo que dice un libro muy famoso en esas tierras, el Martín Fierro, a ustedes no solamente los devoran los de afuera, sino que lo hacen entre compatriotas, y con todo éxito. Aunque cuando veo fotos de Elisa Carrió me siento tentado de ir ya mismo para allí.

LK: ¿Volvería a vivir en Estados Unidos, doctor?

DR.L: No, absolutamente no. Mientras esté el analfabeto de Bush como presidente, mi país será el más peligroso del planeta. No tanto para nosotros los criminales, sino para la gente común, la gente honesta que vive de su trabajo. Los compadezco. Creo que yo le haría un gran favor al mundo si sacara a Bush de circulación, pero es casi imposible. El tipo está muy vigilado, y además tiene menos carne que una bicicleta.

LK: En su cruzada contra Bush, ¿usted podría unirse a Bin Laden?

DR.L: Eso es imposible, trabajo siempre solo. Por otro lado, yo no podría vivir en una cultura donde una rima tan trivial e infantil como "las pelotas de Mahoma son de goma", dicha en voz alta, determine una inmediata y suculenta sentencia de muerte.

LK: Para finalizar este reportaje, ¿cómo se definiría usted mismo?

DR.L: Me resulta difícil hablar de mí y decir algo que no se haya dicho de mí. Pero lo voy a intentar, no me puedo negar a este amable pedido de LA KERMESE. Diría que, básicamente, soy un tipo al que le gusta la gente. Eso es todo. ¿No quieren acompañarme a comer algo antes de irse, muchachos?



LA KERMESE se volvió a la lancha para emprender el camino de regreso.

Tal vez nuestros lectores piensen que nos jugamos la vida al hacer este reportaje.

En realidad, no es para tanto. Nos habían pasado el dato de que el doctor Lecter se estaba sometiendo a cinco tratamientos de conducto en forma simultánea.

Somos periodistas, pero no comemos vidrio. El doctor Lecter tal vez sí...



Reportajes Impresionantes:

01. Coliqueo

02. Batman

03. Dr. Hannibal Lecter <=== estás aquí