"L A    N  I  Ñ  E  R  A"     v  e  r  s  i  ó  n    a  r  g  e  n  t  i  n  a
UNIVERSIDAD DE MORÓN - Facultad de Ciencias Económicas - Medios de Comunicación II
Análisis e investigación de María Sol Mena y Eleonora Turk




Capítulo III.

III. a. Contexto socio-cultural actual.

En la década de los '90s, la reestructuración macroeconómica y la reforma estructural abrieron paso a los procesos de transformación cuyas lógicas fueron el ajuste, la racionalización y la eficiencia.

La otra cara de la reforma fue el cambio del rumbo de la economía hacia el libre mercado, lo cual introdujo una serie de transformaciones. El agotamiento del modelo sustitutivo de importaciones y el surgimiento del nuevo modelo de acumulación ligado al capital financiero internacional que requirió de un proceso más flexible de producción para garantizar la competitividad. Pero la flexibilidad productiva requiere a su vez de la flexibilidad laboral y de una mayor descentralización de la empresa. La descentralización de la empresa remite tanto a la reducción del tamaño de las plantas como a la externalización o terciarización de los diferentes procesos del ciclo productivo. La flexibilización laboral tiene como ejes la desregulación laboral y la polivalencia. La polivalencia en cuanto a la nueva funcionalidad del trabajador introduce la multifuncionalidad en la estructura del trabajo inaugurando la era de la rotación en los puestos.

A tal efecto la desregulación laboral es la herramienta que minimiza los costos laborales para el empleador y como contrapartida deja en el desamparo a los trabajadores de la mano de la precarización de los contratos laborales, de la regresión de los derechos sociales y el aumento del trabajo informal.

La situación actual de crecimiento sin empleo pone en jaque al supuesto clásico de que a mayores demandas de producción le corresponden a su vez mayores contrataciones de mano de obra. Al entrar en crisis la sociedad del pleno empleo se desestructuran los mecanismos tanto sociales como materiales que integraban a los individuos a la sociedad a través del mundo del trabajo.

¿Cómo definiríamos hoy la situación social en nuestro país? Sin lugar a dudas una primera impresión es aquella que describe la imagen de una sociedad dual donde la marginación, la pobreza y la exclusión son los indicadores de esa realidad. Sin embargo, si bien es cierto que el proceso de transformación que describimos profundiza los altos niveles de exclusión social ya existentes, y que como siempre golpea a los sectores de menores recursos, no obstante no debemos perder de vista que paralelamente se cristaliza una sociedad cada vez más fragmentada donde conviven los procesos de polarización junto a los procesos de vulnerabilidad producto de la ruptura de la base de integración que proveía el trabajo.

Si bien es cierto que el modelo de acumulación capitalista que se consolidó durante la década del 90 promovió un modelo de crecimiento sin empleo, la contracara de esta fórmula fue el desempleo estructural que convive además con el problema del "desempleo repetitivo" y sobre el cual volveremos más adelante.

El proceso actual ligado a la precariedad laboral nos muestra que las trayectorias laborales (individuales y colectivas) están cada vez más alejadas de una condición de integración estable y segura y sí en cambio refuerzan el proceso de vulnerabilidad que evidencia la fragilidad de la integración al acentuarse las condiciones que promueven una inserción precaria en el mundo laboral.

A los ojos del empresariado el sistema de regulación laboral no sólo resultaba rígido sino que era percibido como un obstáculo para fomentar la inversión y el crecimiento. Como consecuencia el desempleo convivió con una nueva modalidad, el "desempleo repetitivo" que designa los altos grados de inestabilidad y de precariedad donde se alternan períodos de empleo inestable con períodos de desempleo. Las probabilidades de transitar hacia un empleo permanente son escasas, en consecuencia se incrementa el porcentaje de rotación en el mercado laboral reforzado, además, por una legislación que promueve las modalidades de contratación precarias. En síntesis el empleo temporario no fue el paso intermedio al empleo permanente, por el contrario agudizó el problema del desempleo. El desempleo de larga duración, categoría que denota estar desempleado por más de 6 meses, convive ahora con el desempleo repetitivo.

Esta situación de precariedad laboral se traduce en vulnerabilidad social. La vulnerabilidad social es el resultado de una creciente yuxtaposición entre la precariedad económica y la inestabilidad social. La imposibilidad de procurarse un lugar estable en las formas de organización del trabajo tornan frágiles los soportes que garantizan la supervivencia individual pero también debilitan los lazos de reconocimiento social que garantizan la pertenencia a una comunidad.

El impacto de los cambios tecnológicos ha repercutido directamente en las estructuras productivas, en los modos de producción y en las modalidades de contratación. Una de las consecuencias más visibles es la precarización de las condiciones laborales. Bajo esta forma de inserción inestable sumado a ello la ausencia de protecciones sociales seguras se definen las trayectorias individuales frágiles caracterizadas por la ausencia de soportes colectivos. El individuo al perder su condición salarial pierde su base material y social que le permiten reproducir su existencia y su sociabilidad. Esta trayectoria laboral frágil se traduce, a su vez, en una creciente vulnerabilidad social caracterizada por una integración inestable en el tejido social.

La multiplicación de los "supernumerarios inempleables", es decir de aquellos individuos que encuentran cada vez más difícil su inserción laboral estable en un mercado altamente competitivo y flexibilizado, dan cuenta de la creciente precariedad laboral, pero al mismo tiempo dan cuenta del fenómeno de la desintegración de los mecanismos que garantizaban la cohesión social. Es decir, la descomposición de un conjunto de dispositivos o de mecanismos de solidaridad social que promovían la integración del individuo en el tejido social otorgándole un lugar, un "estatuto". El individuo necesita de un conjunto de "soportes", de recursos y de regulaciones colectivas, que garanticen tanto su supervivencia material como su integración social. En las sociedades modernas los soportes que garantizaron la reproducción material y la inserción relacional del "individuo no-propietario" (de aquel cuyo único recurso es su fuerza de trabajo) fueron la propiedad social y el trabajo. Ambos soportes le permitieron reproducir su existencia y su sociabilidad. Es el trabajo una condición de existencia del hombre, eterna necesidad natural de mediación entre el hombre y la naturaleza, y por lo mismo, vida humana.

La sociedad salarial pierde su centralidad en una sociedad donde el problema del desempleo se ha tornado en un problema estructural; es decir que no sólo el crecimiento de las tasas de desempleo se tornan preocupantes sino también la escasez de programas para generar puestos de trabajo estables.

Las certezas conferidas por el trabajo se desvanecen. En un contexto donde la propiedad social se remercantiliza, el estatuto del individuo se desestabiliza. El "individuo positivo", aquel que encontraba estabilizada su condición social gracias a la presencia de soportes colectivos, cede su lugar al "individuo por defecto", que por oposición es un "individuo negativo" pues se encuentra en un estado de desprotección.

El concepto de fragilidad de la cuestión social tal como lo entendemos supone no perder de vista un doble proceso: una situación de precariedad laboral asociada a una trayectoria que oscila entre la integración y la no integración en el mercado de trabajo, como la vulnerabilidad social que describe la situación inestable bajo la cual se inscribe el individuo en el tejido social. Una situación donde los vínculos relacionales se vuelven frágiles, es decir, las múltiples relaciones de intercambio a través de las cuales el individuo va produciendo su propia vida.

Si bien es cierto que la cuestión social gira en torno al problema de la exclusión sin embargo no debemos perder de vista el problema de la vulnerabilidad social. "De modo que el problema actual no es solo el que plantea la constitución de una "periferia precaria" sino también el de la "desestabilización de los estables". Siguiendo esta idea el sentido del concepto de trabajo significa más que la condición del empleo. El trabajo es lo que define nuestra relación con nuestro entorno social al tiempo que genera nuestros lazos intersubjetivos.

La actual cuestión social se vuelve frágil no solamente a causa del retiro del Estado de su función social debilitando así los soportes colectivos que le conferían seguridad al individuo. Al mismo tiempo se ve agudizada por el creciente número de individuos que son expulsados del mercado de trabajo. La sociedad salarial que se había caracterizado por un tipo de cohesión social, sobre la base de un equilibrio de integración social y material gracias a la centralidad del trabajo, se desvanece. El individuo está expuesto al peligro de no poder garantizar su reproducción material pero también su reproducción social desde el momento que el equilibrio de integración se ha roto.

Ante esta situación, se debe pensar qué ocurre con el principio de ciudadanía social si el trabajo pierde su centralidad. La figura del trabajador que había adquirido su reconocimiento social bajo el status de ciudadano con derechos civiles, políticos y sociales en el seno del Estado de Bienestar hoy se vuelve un "ciudadano precario" al no encontrar un techo a su incertidumbre y a su inseguridad.

La precariedad ciudadana describe una situación general de necesidad. La ausencia de políticas sociales orientadas a garantizar una seguridad ciudadana ante los riesgos de desempleo, de enfermedad o de vejez, promueven esa precariedad producto de la desintegración social. Entonces, el concepto de ciudadanía precaria no se reduce exclusivamente a las carencias materiales sino a la falta de integración que se vincula estrechamente a la consolidación de una ciudadanía social porosa y deficitaria. En la era actual al evaporarse los soportes institucionales de la propiedad social conjuntamente se evapora la identidad entre las categorías de trabajo y de ciudadanía con lo cual se termina fragmentando el valor de integración social que ésta identidad configuraba.

La remercantilización o privatización de la seguridad social y el debilitamiento de la identidad trabajo-seguridad social coadyuvan a designificar la capacidad simbólica de la ciudadanía social. La misma pierde su sentido a medida que el trabajo se desvincula de la condición salarial. Junto a este vaciamiento se deslegitima el principio de integración asociado al bienestar social.

La contracara es un proceso de creciente individualización cuya lógica es la discriminación positiva. Los sistemas de bienestar social se aplican a grupos focalizados identificados por esta discriminación. Esto, genera una sociedad violenta, descreída, decepcionada, frustrada, que no tiene esperanzas de recomponer su situación económica y social, y deposita su última esperanza en poder irse del país en busca de oportunidades y mejor calidad de vida.

Ahora bien, dentro de este contexto, ¿cuál es el rol de los medios de comunicación masiva? Muchos opinan que siendo un instrumento tan poderoso, es lastimoso que no se lo utilice para influenciar positivamente. Porque qué diferente sería si en lugar de deprimir y desalentar a la gente mostrando crímenes, secuestros, violaciones y otras aberraciones, se ocupara de difundir la tremenda obra que realizan los hombres y mujeres de bien que trabajan por las comunidades.

La sociedad actual está inmersa en un complejo entramado de situaciones y fenómenos que, cada vez más, exige intervenciones sistemáticas y planificadas, la necesidad de abordar problemáticas sociales evidentes y la demanda actuar dentro de un marco pedagógico coherente y actualizado.

Los medios de comunicación tienen mucho que ver en este proceso. Un individuo prende el televisor y ve lo que sucede en cualquier parte, cada disciplina dejó de ser un compartimiento aislado en el que se encasilla a la persona. Los medios de comunicación son instrumentos que codifican la imagen de manera cifrada. La televisión, el cine, la radio articulan la información a partir de signos diferentes a los que se utilizan para expresarse por escrito.

Hoy en día prevalece la cultura de la imagen que hegemoniza los discursos sociales entre otros: la opinión pública, los discursos políticos y la publicidad la utilizan para reforzar el mensaje lingüístico.

La imagen es una fuente de información. Como tal, posee un mensaje, una manera propia de lectura, una forma especial de análisis. La imagen, como el texto escrito, "dice" muchas cosas y "deja de decir" muchas otras.

La utilización de los medios audiovisuales permite evaluar conocimientos, actitudes y la propia metodología de trabajo que se pone en práctica. Con respecto al conocimiento podemos saber si se produce un aumento de la retención, si se facilita el aprendizaje y si los diferentes códigos audiovisuales permiten un aumento de interés y captación total del mensaje. Con respecto a las actitudes podemos saber si se facilita el análisis crítico, si los cambios son observables y si responden a un determinado área individual.

Es cierto que la fuerte crisis económica debilita las estructuras sobre las cuales el país promovía sus políticas sociales y de asistencia, pero también es cierto que el retiro de las normas debilita las bases de legitimidad sobre las cuales se sustenta la democracia.

Entonces la pregunta acerca de cuáles serán los "nuevos márgenes" para definir la integración social deviene clave y en la misma línea, se plantea el interrogante acerca de la función de los medios de comunicación en la formación de una sociedad, que se encuentra cada vez más marginada y que busca salir, aunque sea por un momento, de los problemas que la acosan. En este sentido, su respuesta aún sigue pendiente.



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