"L A    N  I  Ñ  E  R  A"     v  e  r  s  i  ó  n    a  r  g  e  n  t  i  n  a
UNIVERSIDAD DE MORÓN - Facultad de Ciencias Económicas - Medios de Comunicación II
Análisis e investigación de María Sol Mena y Eleonora Turk




I.a. Unidad de Análisis. "La Niñera".

Creada en 1992 -y emitida en 36 países-, The Nanny es una de las sit-com (comedia de situación) norteamericanas de mayor éxito en la Argentina, y la única que soportó, amén del cable, la masividad de la TV abierta. Sobre esa certeza, el canal le compró los derechos a la Sony para hacer de ese juego de vínculos (una mujer barrial que llega a la casa de un viudo muy sofisticado a cuidar a sus tres hijos) una sucesión de gags con permanentes guiños al público argentino.

Si bien el acuerdo obliga a respetar la estructura del ciclo (risas grabadas, perfiles de los personajes, ritmo y clara definición de remates), la bendita adaptación abre la puerta al aggiornamiento e invita a quitarle un poco el almidón a los diálogos originales. Quizás, en ese punto, La niñera local se aflojó demasiado el nudo de la corbata y ya en el primer bloque el personaje principal (la Flor Finkel a cargo de Florencia Peña) sorprende con un "yo, inocente sí, boluda no" o con una seguidilla de nombres propios que remiten a famosos de la Argentina: "Me dijeron Horacio Cabak, ¿vos los escuchaste cantar?", o "ésta parece la casa de Facundo Arana en Muñeca brava", o las varias veces que se citó a Pepito Cibrián como archienemigo del dueño de casa (Juan Iraola, en la piel de Boy Olmi), un empresario de comedias musicales.

Quedó bien claro, entonces, que la idea será norteamericana, pero que el programa que estrenó Telefé ocurre en la Argentina. Y que la identificación con la audiencia por momentos huele a obsesión. Como para fijar la idea de los dos mundos en uno, la familia Iraola (el padre, los tres hijos y el ácido mayordomo interpretado solventemente por Roberto Carnaghi) reside en Barrio Parque, a dos casas de la de Susana Giménez. Y la vendedora de cosméticos devenida en niñera llega de Lanús, donde vive con su mamá (Mirtha Busnelli), en un par de ambientes kitsch, bajo seis cerrojos. Claro, el búnker de los Iraola sólo tiene una cerradura.

En esa media hora inicial quedó planteado el juego vincular: Flor seduce a los niños (conquistará al patrón) y altera a la socia de Iraola (Carola Reyna), que a su vez detesta a los chicos, que a su vez adoran al mayordomo, que a su vez establece rápida alianza con la mujer que a través del humor convierte una simple vivienda paqueta en un hogar, dulce hogar. Y más allá de algunos tics que reproduce de la niñera original (Drescher), Peña consigue con cada uno de sus gags hacer de la comedia su terreno cada vez más fértil.



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